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¿El partido del Sevilla fue el ensayo perfecto para el de hoy?

Quitando la primera media hora el equipo hizo méritos para vencer y las ganas de ponernos líderes también ayudó. Pero no tiene que ver una cosa con la otra. Era la Liga y si el resultado es igual nos deja fuera de la Champions.
Me refería a la remontada y al apoyo del público.

Necesitamos al público del Bernabéu como el comer. La afición es lo más importante que tenemos, que esté ahí porque vamos a pelear y dar la cara. Que estén tranquilos porque vamos a responderles seguro, pero les necesitamos. Ante el Sevilla se vio que la gente se acordó de las remontadas y produjo un efecto en los jugadores de ilusión y de que había que ir a por el partido. Sufrimos más de la cuenta pero el gol llegó en el último momento.
Guti dijo que quería que ante el Lyon fuera igual, pero sin sufrir así.

Yo lo firmo aunque haya sufrimiento. Estamos mentalizados y el 1-0 es engañoso porque en cualquier jugada rara encajamos un gol y te hace ir a contracorriente. Hay que empezar serios, ordenados y en tensión.
¿Qué le pasó el sábado en el gol de Dragutinovic?

En el campo fue una jugada aislada, un centro muy fácil. Xabi, en su intención de despejar la pelota, cree que no la puede golpear bien y si la da puede despistarme a mí y con el gesto de ir a darla se agacha y yo, inconscientemente, pienso que va a despejarla, no a agachar la cabeza.
En la tele pareció que usted miraba a otro sitio.

No hay que mirar a otro sitio. Desde mi posición veo que el balón va claro a un jugador y pienso que la va a despejar. Pero al final cree que no puede llegar y que va a crear riesgo y decide no darla.
¿Y qué pasó en Tenerife? El árbitro concedió un gol que fue una falta clara sobre usted.

El árbitro y el linier me dijeron cosas diferentes. Me acerqué a preguntarle a Ramírez Domínguez qué había pitado y dijo que creía que se me había escapado la pelota, pero no fue así. Entonces le pregunté al linier qué había visto y me dice que ve que cojo la pelota, pero como es un choque es una jugada fortuita y que el otro jugador no tiene intención de arrollarme. Cada uno interpreta algo diferente. Cuando los vuelva a ver les diré si han visto la jugada.
¿Qué teme del Lyon?

Las jugadas a balón parado, van muy bien. Ya nos pasó allí. Tengo miedo a una falta absurda, a un córner en el que no estemos atentos. Hay que darle importancia a esas jugadas porque cualquier despiste es un gol.
Albiol dijo en AS que usted les prohibía hacer faltas al borde del área.

No faltas como las del gol de Senna, que lo que queda es darle la enhorabuena. Me refiero a faltas que no sean claras ocasiones, a un jugador que esté al borde del área, de espaldas a la portería y con cuatro o cinco defensas. Así das la oportunidad de que hagan una jugada de estrategia.
¿Y le hacen caso?

Sí, y ellos también son conscientes de que hay que salvaguardar todo. Jugando en casa tenemos un plus de fortaleza mental. El míster dice que si no pasamos la eliminatoria es que no nos merecemos estar ahí. Respetamos al Lyon, pero no entra en nuestra cabeza quedarnos fuera.
¿Sabe que usted es la preocupación del madridismo? Está a una tarjeta de la suspensión.

No lo quiero pensar más. Lo he pensado antes, pero ya no. De las dos que me sacaron una es amarilla, pero la otra no. En el primer penalti que me pitan en Zúrich yo no hago nada y me enseñan la amarilla. En la UEFA se deberían reunir también y ver las amarillas que te sacan. Si hoy me sacan una amarilla y me tengo que perder el siguiente encuentro de Champions, pues mala suerte. Si lo pienso será peor.
¿Se pensará una solución como provocarla para seguir limpio?

No lo hemos hablado e insisto en que no lo pienso. A lo mejor no arriesgas para que no te la saquen o ves una amarilla y por algo te sacan la roja y te pierdes dos. Lo que tenga que pasar, que pase.
Cinco años cayendo en octavos son demasiados

Pues sí. Tengo ganas de quitarnos esa barrera y vamos a confiar en que podamos pasar. Somos un equipo joven y hay que dar una alegría a la gente.
Aquí parece que si no sufren no consiguen nada.

Pero da más gustillo. El madridismo recuerda más la Liga del último partido en Mallorca que la que ganamos con muchos puntos al Barcelona.
¿Si tuviera que apostar en Bwin?

2-0.
Es un resultado apurado.

Sí, pero con él estaríamos en la siguiente ronda.

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Todo debería suceder como imaginan los optimistas. Si la noche es propicia veremos un 3-0 o 4-1, incluso una goleada mucho más abultada (4-0, 5-0), lo que será interpretado como un formidable puñetazo sobre la mesa de Europa, el Madrid ha vuelto. Si la noche es más cruda, nos moveremos entre el 2-0 y el 3-1, resultados que clasifican con susto y no permiten celebraciones hasta el minuto 90. Sea como sea, el Madrid en cuartos por vez primera en seis años.

Sin embargo, hay algo que diferencia esta noche de otras y esta conjura de pasadas invocaciones: en este caso, nadie contempla la eliminación. Y la novedad enciende una luz roja. Contra Derby (4-1 en la ida), Anderlecht (3-0), Borussia (5-1) o, últimamente, frente al Bayern (2-1), por citar épicas remontadas, siempre existió la amenaza cierta y terrorífica del fracaso, ya fuera por el marcador o por el prestigio del rival, cuando no por todo al mismo tiempo. Y desde esa pelea por la supervivencia se construyó la teoría del miedo escénico.

Hoy no hay ni ogro ni marcador peliagudo. Remontar un gol al Lyon parece tarea fácil, especialmente después de la exhibición de casta contra el Sevilla. Y además se da por hecho que el Bernabéu marcará los goles que falten. Como si el madridismo se jugara la vida, pero sin la vida en juego. Como en el cine. Como si el espíritu de Juanito fuera un efecto especial. Es preocupante tan escasa preocupación. El Lyon, que vive en otro mundo, se presentó ayer en Madrid con el cálido abrigo de los corderos. Sin goles en contra en los últimos seis encuentros, el equipo, idéntico al de la ida, fundamentará su estrategia en la presión a mitad de campo, loable ejercicio, aunque no hay cuerpo que lo resista durante 90 minutos.

El Madrid cubrirá con Granero y Guti las bajas por sanción de Xabi y Marcelo. Pierde orden y banda izquierda, pero gana en pase y profundidad. Son detalles nimios en comparación con la inmensidad de Cristiano y la pasión de Higuaín. Si Kaká tiene a bien incorporarse, los optimistas confirmarán sus pronósticos más generosos. De otro modo podríamos encontrarnos con lo inimaginable: un partido.

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